La tarde etérea de Lolita (2004)
aerógrafo y tinta.
El tema de las Lolitas, o pequeñas “nínfulas” agraciadas, lo estampó en la cultura popular el escritor Vladimir Nabokov al publicar en 1955 su obra cumbre “Lolita”, cuyo tema central giraba en torno a la obsesión de un hombre maduro por una bella adolescente. La novela tuvo una gran acogida entre el público convirtiéndose en un icono cultural que aún hoy perdura.
Otras referencias que conozco: la serie brasilera “La presencia de Anita” y la telenovela colombiana “Me llaman Lolita” (esta si la vi, empezó bien, pero termino muy mal) También se pueden apreciar relativas aproximaciones al tema en algunas películas. En “Juno” (2007) cuando el esposo de la pareja que se compromete a adoptarle el hijo a la protagonista (la adolescente embarazada Juno) entabla una cálida y enternecedora amistad con esta. La situación no se desarrolla más por cuenta de un suceso inesperado, pero deja entrever claramente que hubo una conexión especial entre el hombre maduro y la bella nínfula. Asimismo en “Escándalo” (2007) la cuestión se da, pero cambiando los papeles. La protagonista, una mujer madura insatisfecha con su matrimonio, se infatúa apasionadamente con un chico de 15 años.
Bueno, y después de esta brevísima reseña sobre las Lolitas, entró a hablar de mi pintura. Después de ver las películas y de haber leído la novela, decidí crear mi versión. El cuadro no nació solo, fue derivado de un relato escrito por mí llamado “Crónicas d Antaño”. En el, un hombre de 37 años, llamado Naren Ruíz, se sumerge años atrás para rememorar viejas épocas: anécdotas divertidas llenas de nostalgia y recuerdos de enamoramientos. Entre estos le dedica especial atención al gran amor de su vida (y actual esposa) Juliet Lían, que en esa época era una adolescente de 13 años. Para entonces el tenía 27 años y no comprendía por qué aquella chica púber le causaba tanta fascinación. Pero, con el pasar de los días se va enamorando de ella. Los dos llevan una relación casual, Juliet iba a la casa de Naren todos los días a hacer tareas de colegio. El trato continuo, fruto de esas tardes compartidas también va haciendo mella en la adolescente, quien al principio intenta reprimir ese creciente sentimiento hacia ese hombre mayor que apareció en su corta vida. En un determinado momento, en una tarde etérea llena de brisa y sol, en un solitario parque lleno de vegetación, los dos se besan al fin. La chica desde entonces da rienda a sus sentimientos.
Para la cita en aquel parque con Juliet, Naren lleva una cámara fotográfica. No era una digital, era una análoga Zenit de 35 mm (a la que su dueño llamaba cariñosamente “bola de hierro” por su peso) y es con esa cámara que toma la foto que reproduce mi pintura. La tarde de ese Sábado de Marzo era muy brisada, las hojas de los árboles se chocaban entre si movidas por las ráfagas de viento produciendo un sonido especial. Aparte de eso, el sol estaba radiante y el cielo azul, en fin una tarde etérea.
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